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Ni buenos ni malos, simplemente como los demás


Los jóvenes videntes eran representativos de la aldea. Para ellos, la vida estaba llena de labores diarias y de la escuela. No eran ni muy piadosos ni terriblemente malos. Eran, como Mirjana misma describiría más tarde: “Ni buenos ni malos, simplemente como los demás.” Y añadió: “Cuando empezaron las apariciones, mi abuela dijo: ¿Por qué la Virgen iba a aparecerse a gente como tú que sale con muchachos? Yo le respondí: ¡Bueno, Ella sabe cómo somos nosotros y no quiere que pretendamos ser lo que no somos!”


Estos jóvenes fueron elevados a una notoriedad instantánea como videntes de un fenómeno religioso sobrenatural y único, que los transformaría a ellos y a la aldea para siempre. La transformación sería espiritual, pero la personalidad de cada uno seguiría siendo la misma así como el carácter de la aldea. Medjugorje se había convertido en una nueva Tierra Santa.

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