Ayer 22 de noviembre llegué junto a mi hija Valeria a Medjugorje, para iniciar una aventura que hemos llamado “Adviento y Navidad en Medjugorje”, 44 días dedicados a vivir la espiritualidad de Medjugorje y llenarnos del Amor de Nuestra amada Gospa, como le llaman aquí en Medjugorje a la Virgen María.
No puedo explicarles la sensación que se siente entrar a un apartamento que aunque sea por un mes y medio va a ser tuyo, que está ubicado en un lugar privilegiado y en el mejor lugar del mundo; el que la Virgen ha escogido para hacer sus apariciones desde 1981, TODOS LOS DIAS.
Me levanté como cada mañana a las 5:00 am para hacer mis oraciones del día, pero ahora era diferente, desde la terraza de mi apartamento tenía enfrente el Monte de las Apariciones. El Corazón reconoce donde está, late de otra manera, y siente de otra manera. Hoy mis oraciones siento que las estoy haciendo desde el Cielo. Me dan ganas de llorar al sentir la Misericordia de Dios, Su bondad y no paro de darle gracias por el regalo inmenso de estar aquí.
Veía desde la terraza cómo los niños iban bien abrigados a la escuela y cómo muchas personas salían muy temprano camino a la misa. A pesar de ser un día un poco nublado, para mí ha sido la mejor bienvenida a este lugar Santo. La brisa y el frío me han llenado de alegría el alma y me recuerdan que la Navidad está próxima.
Cuando salí del apartamento a caminar los niños me saludaban y sonreían, ¡Tenía tanto tiempo de no ver a un niño saludar!. Se preguntarán porque me sorprende este detalle, pues yo vivo en Suecia y allí es muy raro que alguien desee tener contacto (ni siquier
a visual) con otras personas. Es una sociedad muy hermética donde hay que aprender a respetar el espacio y la privacidad de los demás, pero a mí como latina me hace falta el poder comunicarme, saludar y sonreírle a la gente. Me sentí tan feliz de decir en mi idioma “¡Buenos días!” y que ellos con su manita me saludaran.
Gracias Gospita bella por estos detalles de amor.
Les seguiré contando…
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