La cuarta tarde una multitud se reunió en torno a los videntes, todos vieron la gran luz en el cielo y muchos avanzaron hacia los chicos porque sabían que la Virgen estaba con ellos. Delante de los videntes había un gran matorral. Grgo Kozina, queriendo grabar las palabras de los chicos, se acercó demasiado poniendo una pierna en la mata. Vicka y Marija lo pararon inmediatamente, porque estaba pisando el velo de la Señora. Cada vez que alguien se acercaba demasiado, pisaba el velo y la Virgen desaparecía. Uno de los presentes logró alejar a la gente de ellos. La Virgen apareció y los chicos pidieron a todos que se arrodillaran. Los fieles se pusieron de rodillas, algunos sobre zarzas, otros sobre las piedras. Había casi quince mil personas aquel día.
Relatan, los que estaban presentes aquel día, que se acuerdan de haber visto caras radiantes y ojos bañados en lágrimas de alegría. Sentían que la Madre celestial estaba con ellos, que eran amados por Ella, aceptados por lo que eran, con todos sus defectos y cualidades. Se sentían completamente libres, amados por Dios y abiertos en alma y mente hacia quien quiera que estuviese en torno a ellos. Estaban dispuestos a corresponder al amor recibido hacia el prójimo, sin preguntar quién es y de donde viene.
Habían llegado también sobre el monte los padres de un pequeño llamado Iván. Pedían la gracia de Sanación para su hijo que tenía el cuerpo todo lleno de llagas, sufría y lloraba permanentemente. Después de haber recogido hierbas en el monte Podbrdo, las sumergieron en el agua y lavando al niño con éstas, el pequeño Iván sanó. Esta Sanación se encuentra en la crónica parroquial.
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